Lo primero a destacar es que merece la pena subir hasta el
mirador tan solo para disfrutar de las vistas que ofrece de todo el valle del
Guadalhorce. Puede verse en los días sin brumas el mar Mediterráneo, las
sierras circundantes como la de Tolox, Alpujata, Mijas, Blanca, los municipios
cercanos como Yunquera, Alozaina, Guaro, Coín, Alhaurín el Grande, Cártama o
Málaga. Se llegan a divisar La Maroma y Sierra Nevada.
El ascenso comienza entre pinsapos. Pronto los pinos dejan
de aparecer entremezclados con los pinsapos y se pasa a un pinsapar puro, que
en algunos tramos se ve salpicado por algún quejigo.
Enseguida nos percatamos de que el camino discurre por una
cañada, a veces por el mismo lecho de la torrentera que la atraviesa. En épocas
de grandes lluvias y de nevadas, el paso se ve dificultado por el agua y la
nieve. En épocas de frío hay que tener especial cuidado con el hielo, que
vuelve peligroso el sendero y puede provocar caídas y lesiones.
El primer elemento a visitar es el nevero que queda a mano
izquierda anunciado por un pequeño hito. El nevero desde primavera hasta finales
de otoño cuando pierden las hojas, queda rodeado por helechos de grandes
frondes, idénticos a los que aparecen en Juanar, que nos recuerdan la gran
precipitación que recoge el lugar.
Luego aparecerá ante nosotros, ascendiendo más, la fuente de
la Perdiz, que rebosa agua que cae sendero abajo y por las noches se congela
hasta bien entrado el medio día. Es preciso tener precaución en esta zona que
queda umbría todo el día y presenta hielo hasta bien entrada la primavera en
los años lluviosos y fríos.
Pasada la fuente algún pinsapo caído dificulta el paso un
poco, hasta que poco a poco vamos dejando atrás el pinsapar y hacia las
cumbres, por el puerto del Cuco, donde los pinsapos se dispersan hasta
prácticamente desaparecer, dejando paso a pastos y brezales, de enrome belleza
cuando florecen. Es un paisaje espectacular en primavera, tanto por las vistas
que ofrece como por la belleza de la vegetación, que aunque pueda parecer
escasa y de poco porte, tiene un enorme valor biológico.
Cuando alcanzamos la cumbre del Jarro, atravesamos una zona
casi llana, de horizontes redondeados y suaves, donde se están llevando a cabo
reforestaciones (agresivas con el brezal) pero que recuperan tierras para
pinsapos y quejigos, para comenzar el descenso hacia el peñón de los Enamorados
y el dominio de los quejigos espectaculares y endémicos.
Y cómo no, como en tantos otros lugares, leyenda de amores
entre moro y cristiana, o al contrario, que de estas cosas nunca se puede estar
seguro, y de suicido compartido. Verdad o no, la zona del peñón resulta un
lugar ideal para tomar un descanso y en los días más románticos, hasta evocar
la leyenda.
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